Fijó su vista en el techo y comenzó a temblar tan violentamente que
sus dientes parecían que iban a reventar al chocar entre ellos. Bebió
largamente de la botella de whisky, atragantándose y escupiendo entre
convulsivas toses, y se sintió desdichado y atrapado sin remisión. Llevaba
largo rato sin escuchar al abominable ente incorpóreo y eso le producía más
pánico que tranquilidad: no intuía que podía estar planeando, aunque de lo que
sí estaba cada vez más seguro era de la certeza de encontrarse dentro de su
tumba. Esa desagradable sensación le hizo vomitar sobre el suelo de la estancia
principal. Gimió desconsoladamente y esperó que su verdugo moviera la siguiente
pieza, él ya no tenía más movimientos y sólo le quedaba esperar.
Tras un par de horas de insufrible calvario silencioso, sospechó que
su antagonista había decidido darle una ultrajante tregua en espera del ataque
final. El gas llevaba tiempo sin funcionar y la cabaña estaba completamente
helada, y el frío le atenazaba a pesar de las mantas y la cantidad de ropa que
llevaba puesta. Su mente buscaba y escarbaba sin descanso intentando hallar
alguna explicación lógica a la espeluznante situación que estaba viviendo.
Hacía cerca de cuatro horas que había enviado los mensajes de radio y esperaba
alguna respuesta mientras bebía whisky tratando de entrar en calor. Se recostó
de la puerta de la habitación y empezó a canturrear: “Un día más me quedaré
sentado aquí....” sobresaltándose de repente al escuchar con nitidez como
llamaban a la puerta de la cabaña. Cesó su cantinela y esperó durante unos
segundos insufribles, hasta que tras tres nuevos golpes logró distinguir una
cálida voz:
-
Están,
abre la puerta soy yo Berta. Estás sufriendo alucinaciones. Sal fuera y
regresaremos a Barcelona. Necesita verte un médico. Entra en razón. Si sigues
ahí morirás. Te quiero Están. Escúchame por favor.
Estanis negó enérgicamente con la cabeza, golpeándose en la frente con
sus hinchadas manos tumefactas y gritó:
-
¡No
eres real! Tú no eres Berta, sólo existes en mis recuerdos. No conseguirás que
salga.
-
Están
cariño, si no fuese real: ¿cómo puedes escucharme o cómo pasamos la noche
juntos? Sal fuera y me verás, te sigo esperando. ¿No oyes el motor del
Alexandra? Están esperando por ti. No seas paranoico y ven conmigo, sólo así
lograrás curarte. Sabes que lo hago por tú bien.
-
¡Déjame
en paz bicho de los cojones! No conseguirás que salga, ninguno de tus trucos
podrá convencerme.
-
¿Es
que no reconoces mi voz? Soy yo Están, soy tú compañera, la que te ha venido a
buscar porque no puede vivir sin ti. ¿Piensas que podría engañarte? Miguel está
junto a mí. Ven con nosotros y regresa a tu vida. No te encierres, estás
demasiado enfermo como para aguantar mucho tiempo aquí. Si sales todavía habrá
tiempo de curar tus congelaciones. Si sigues en la cabaña perderás los pies y
las manos y puede que acabes muriendo entre insufribles dolores y eso me
destrozaría: ¿Quieres eso?
-
¡No
eres real! Quieres que salga para atraparme pero no lo haré. Puedes intentarlo
de todas las maneras posibles pero no lo conseguirás. ¡Tendrás que entrar a por
mí!
La cabaña volvió a cimbrearse de manera frenética y Estanis encaró la
situación agarrado a la botella de Williams Lawson.
-
¿Entonces
no me crees? ¿No crees a la persona que más amas? ¿Qué más quieres que te diga?
-
Tú
no eres la persona a la que más amo. Sólo eres una engañifa. Si tienes tanto
poder entra a por mí.
La voz cambió de timbre haciéndose tan estridente que le hizo taparse
las orejas y bramar ante el punzante dolor que le producía.
-
Ya
veo que no caerás en mis trucos con la facilidad que han caído mis otras
víctimas, pero todavía tengo muchos recursos para hacerte salir. Te seguiré
taladrando sin remisión hasta que lo consiga o te vuelvas tan loco que acabes
pidiendo tu muerte.
Estanis se incorporó sintiendo como los pies casi no podían mantenerlo, notando un sufrimiento tan atroz
que sería imposible de describir. Tambaleándose regresó a la habitación y
comenzó a escribir en su diario, anotando todo lo que le estaba sucediendo
entre penosos dolores de sus dedos al mover el bolígrafo y blasfemando
guturalmente, mientras seguía escuchando las aulladoras embestidas del
abominable ente incorpóreo, que parecía hurgar e inspeccionar todos los
resquicios de su ineficaz fortaleza con un gélido silbido que acompañaba todos
sus movimientos. Estanis sonrió visiblemente embriagado y alentó a su
contrincante:
-
¿No
eres capaz de entrar? Hazlo si eres tan poderoso. Escribiré sobre ti en mi
diario y sabrán de tu existencia, y desmontarán tus planes.
-
Pensarán
que te volviste loco y que todo fue producto de tu imaginación. Nadie creerá tu
delirante historia. Todos pensaran que moriste en medio de la locura y tú
diario formaba parte de ella. Nadie te creerá...
Estanis continuó escribiendo sin inmutarse por la perorata de su
antagonista y contraatacó:
-
¡Por
qué yo! ¿Por qué me has traído a mí hasta aquí? Seguro que hay gente con un
mayor poder en sus ondas cerebrales que las mías. ¿Y si aguanto tres meses?
Entonces llegarás tarde a tu objetivo.
De nuevo resonaron las carcajadas, retumbando con tal violencia que
parecía como si un terremoto hubiese asolado el aislado islote.
-
Ya
te dije que me faltan cinco mentes para acabar de acumular todo el poder que
necesito y contigo acabaré antes de dos semanas. No aguantarás más de lo que yo
quiera.
-
¿Pero
por qué haces todo esto y no acabas para buscar tus otras presas? Termina de
una vez y haz lo que tengas que hacer.
-
Me
gusta jugar con mis presas, ya te lo dije, además, las víctimas que me faltan
ya las tengo localizadas. En cuanto termine contigo y con los otros cinco,
pondré fin a mi vida en el Ártico y
bajaré al calor del Oriente Medio.
- ¿Y
por qué en Oriente Medio?
- Allí se encuentra el portal que me hará
regresar a mi lugar de origen, y por el cual descenderán mis súbditos a vuestro
patético planeta, y créelo, no vendrán a pasar dos mil años con vosotros, ni
serán tan amables cómo yo lo he sido, no después de que tuvierais encerrado a
su emperador durante tanto tiempo.
-
Pero
allí te verán - dijo Estanis con curiosidad – y podrán atacarte. El mundo ya no es como
hace dos mil años. Te atacarán con todo el arsenal que tienen y te matarán.
-
¡Iluso!
-bramó encolerizado el abominable ente incorpóreo-
¿Todavía dudas de mi poder? ¿Recuerdas lo
que ocurrió hace dos mil años en los alrededores del mar muerto? ¿Recuerdas a
un tal Jesús? -un gruñido aterrador retumbó con fuerza- El sacrificio de aquel Galileo redentor me
confinó en éste paupérrimo planeta. Pero pensaron que aquella sanguinaria
expiación me impediría contactar con mis súbditos -se produjo un silencio
inquietante- y que sería para siempre.
Estanis no daba crédito a lo que escuchaba.
- ¿Y
por qué vives en el frío? -preguntó confundido.
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Su tabaco, gracias.