Hacia las cuatro de la mañana salió despedido de la cama al notar la vívida sensación de que algo le obligaba a despertar. Tensionó todo su cuerpo y comenzó a palpar torpemente la pared hasta dar con el interruptor del suministro eléctrico. Recogió las gafas del suelo, justo al lado del número 216 de Penthouse edición de Enero de 1996 que le acompañaba allá dónde fuera, se las ajustó y observó con dulzura a la chica de la portada mientras se incorporaba: “No me mires así que ahora no puedo.” Dijo desconsolado mientras trataba de dominar el resacoso aturdimiento que turbaba su capacidad de discernimiento. Abandonó la acogedora habitación y notó una heladora corriente que le produjo un espasmódico escalofrío. La puerta de la cabaña se encontraba entreabierta, y un afilado viento aullador se colaba pícaramente dentro del hospitalario hogar, arrastrando con él a una multitud de ígneos pétalos que polemizaban entre ellos en una mayestática coreografía macabra, tratando de engatusar ...