Llegué a las inmediaciones del recinto con la sana intención de descabalgar cuanto antes del cachivache incómodo y ruidoso que llevaba bajo mis posaderas. Mientras bajaba, un individuo con patillas a lo afro y pantalones por encima del ombligo me recriminó la posición en la que había dejado el Lada Niva; "¿Es qué no lo he dejado en el parking?". El experimento sociológico que se encontraba frente a mí comenzó a decir palabras contundentes en un lenguaje que se perdió en los confines de la creación. Conseguí encender un cigarro en medio de aquel huracán lingüístico y le hice una instantánea de primer plano con mi lomo smena de fabricación soviética, algo que creo qué no le sentó muy bien puesto que su lenguaje se transformó en una mezcla de gruñidos y bufidos guturales entre los cuales su cara cambiaba de tonalidad de manera efervescente, pasando del rojo al morado y viceversa en cuestión de milésimas de segundo. Intenté avanzar pero, al parecer, esos bufidos eran una seña...