38. Ese es el número que mi mente ha elegido para abstraerse mientras intento ignorar los ladridos discordantes que subyacen en lo más profundo de mi último gran pensamiento negativo, aquel azote de látigo de siete colas con las esquirlas oxidadas cuya podredumbre férrica permanece latente, anclada a mis cervicales, y suele reproducirse automáticamente con cualquier sacudida térmica repentina. 38. Y vuelve el dígito a pavonearse frente a mi entrecejo, teñido de granate su horizonte bajo mi lunática mirada, y yo lo disuelvo en un caleidoscopio monocromático, fantasmagórico, carente de perspectiva, malvadamente obsoleto, inútilmente escandaloso, ingrediente prescindible en cualquier goulash de efigies surgidas en occipitales selváticos con humerales teñidos de granate su horizonte. 38. La esmirriada mojigatería altanera de Eustaquios obstruidos se tornasolan sobre amebas mercurianas y su céfiro pueril carente de reflejo persevera porfiando,...