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Mostrando las entradas etiquetadas como poemas

Viajando a la dimensión del olvido

Me porté como un famélico truhán, ignorando palabras dichas de verdad, disfrutando con risas ajenas. Desgastado, sin ganas de atacar Noté en tus ojos un triste color, que a mi espíritu hizo desquiciar, me transformé en un chiquillo asustado, eclipsado tras la nube de una flama fugaz. Y siento, como me reviento frente a muros de cristal. Me arrepiento, y me quejo al viento para que deje de soplar Sé que lo perdido no vuelve jamás, lo pasado queda donde debe estar, aunque si sirviera para algo más, hoy me invento una puerta atrás.

De ruiseñor a cuervo desplumando ruiseñores

Es la insana ponderación un paradigma blandengue en prêt-à-porter agreste; adulador de la escisión e inconsciente mondrigón de alardes menesterosos, andares escabrosos, sempiterno badulaque con ansias de escaque y horizontes esponjosos.

Intrepidez neófita entre cínicos laureles

Chaparrones de legajos, barcarola sin motivo. Si tú quieres los archivo y hago un bucle de trabajos con tirabuzones lacios. Me refugio en la paciencia tanteando la experiencia. Mis rótulas por montera: ¡Satánica escalera! Vaya examen de conciencia.

Histerismo laboral de un camaleón administrativo

Expedientes de personal pendientes de registro: glorioso finiquito en cursiva material. ¡Que rollazo de circular! No me atosigues chiqui con melindres sin whisky  tras normativas ladinas y lisonjera oficina: ¿Otra vez se ha ido el Wifi?

Desavenencias existenciales de un noctívago tras la blanca luna.

Anduve despistado por calles y avenidas desiertas mascullando preguntas erróneas.  Sentía el frío en mis huesos recogiendo detritus en parques solitarios.  Destripaba argumentos adulterados de películas invisibles.  Quería encontrar el todo en medio de la nada y seguir caminando por senderos olvidados. Necesitaba la cantinela de los árboles caducos y el suave mecer del viento en mi rostro.  Pateé los sonidos que se fueron para que volvieran a marcharse.  Ignoré los envilecidos olores que fustigaban mi paso nervioso..  Regurgité los desaciertos que tomé sin necesitarlos y se los dí de comer a mi alma salvaje. Arqueé los hombros e inspiré los humos que conseguirían derretir mis emociones artificiales.  Agaché la cabeza y encendí el último instante de lucidez.  Logré sentarme y oteé el cielo sin estrellas que lo iluminase.  Recordé como corría por un huerto huyendo del tiempo y mis desdichas al infinito le conté....

El ojo muerto: Nº4 (1)

El vetusto y oxidado despertador Junghans de fabricación alemana bramó a las siete de la mañana y Estanis lo arrolló con su mano derecha de manera tan violenta que casi lo envía a la otra punta de la habitación. Se sentó en la cama y comenzó a mirar a su alrededor intentando aclimatarse a su nuevo espacio vital. Tras varios minutos de adaptación al entorno, salió al salón y se encaminó al cuarto de baño. Para él, fue todo un poema verse reflejado en el espejo con cara de pan, ojos torneados y con ese líquido viscoso y transparente haciendo que caía de la boca pero sin terminar de hacerlo. Llegó a pensar que esa cálida y pringosa amalgama de productos bucales no era fruto de su imaginación, y que realmente era una cascada de placer intenso que saltaba de su boca en un suicidio sublime, pero la cobardía, o el afán de supervivencia, hacía que se pegase a su cara y tuviese que sacrificarla: “Agua sobre ella y ahí quedó para siempre.” Terminó de asearse y se dirigió  a la cocina. E...

El ojo muerto: Alexandra (2)

Estanis se incorporó y oteó lo que sería su hogar durante los siguientes tres años: El atracadero era tan pequeño que en él sólo podía fondearse un barco. Bajo él, una pequeña playa de unos diez metros de anchura, y apenas dos metros de profundidad, toda llena de piedras, no incitaba a bañarse ni a pasear por ella. El Alexandra llegó al muelle y atracó. El capitán amarró la gúmena a la escuálida bita del minúsculo desembarcadero. Estanis bajó del barco y corroboró que había unas escalinatas naturales, de unos diez metros de altura, que separaban la playa de la plataforma dónde debía encontrarse la cabaña. Subió por las escaleras mientras el forzudo noruego y su enjuto ayudante bajaban las provisiones y las iban dejando en el muelle sobre una enorme transpaleta eléctrica, un costoso prototipo el cual poseía un dispositivo hidráulico capaz de elevarlo hasta los veinte metros de altura y, además, contaba con un apéndice desmontable con ruedas para desplazar la carga hasta la cabaña:...

El ojo muerto: Alexandra (1)

Viajando en ultramar, donde nadie le conoce y donde no conoce nada, completamente alejado del barullo y de las conversaciones aburridas y monótonas, del humor sarcástico y totalmente superficial, de esa percepción abstracta y cubista de los sonidos, le dominaba una sensación total de relajación. Silencio. En el barco sentía el silencio más profundo de todos: el qué te hace sentir miedo al ruido, el qué te deja hablar con tu alma y descubrir quién eres y qué quieres, el qué te relaja hasta caer en la noche de los caminos abiertos, el mismo al que temes a diario porque te enseña tus temores y errores y hace que bajes la guardia. Eso era para él la estructura primordial del silencio, pero pensaba que no llegaría a ser completo hasta que fuese de la mano de la soledad. En su vida sufrió silencios emotivos y oportunos, pero no le parecieron tan fuertes, tan pesados como el que sentía: hasta el ruido del motor del barco parecía haberse acallado, haciendo que su cuerpo formase parte del a...

El ojo muerto: Weatherco (3)

-           Disculpe la interrupción Sr. Ibarra. ¿Puedo tutearle? -dijo el Sr. Mateu sonriente. -           Sí por supuesto. -contestó  Estanis abrumado ante la resolución de su entrevistador. -        Bien Estanis. A continuación te voy a explicar brevemente en que consistiría tu trabajo. Tenemos una central de recogida de datos meteorológicos y medioambientales en el archipiélago de las Lofoten, al norte de Noruega. En una de sus islas, la llamaremos número cuatro, se encuentra una cabaña de nuestra propiedad donde residirá la persona encargada de recoger y enviarnos los datos vía Internet. - Carraspeó, dio una larga calada al Montecristo y prosiguió- Durante tres años, si aceptas el trabajo, sólo verás al suministrador de provisiones. Dichas provisiones las tendrás que especificar en una lista antes de tu salida para los seis primeros meses, y a través de In...