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Mostrando las entradas etiquetadas como poema

Viajando a la dimensión del olvido

Me porté como un famélico truhán, ignorando palabras dichas de verdad, disfrutando con risas ajenas. Desgastado, sin ganas de atacar Noté en tus ojos un triste color, que a mi espíritu hizo desquiciar, me transformé en un chiquillo asustado, eclipsado tras la nube de una flama fugaz. Y siento, como me reviento frente a muros de cristal. Me arrepiento, y me quejo al viento para que deje de soplar Sé que lo perdido no vuelve jamás, lo pasado queda donde debe estar, aunque si sirviera para algo más, hoy me invento una puerta atrás.

De ruiseñor a cuervo desplumando ruiseñores

Es la insana ponderación un paradigma blandengue en prêt-à-porter agreste; adulador de la escisión e inconsciente mondrigón de alardes menesterosos, andares escabrosos, sempiterno badulaque con ansias de escaque y horizontes esponjosos.

Intrepidez neófita entre cínicos laureles

Chaparrones de legajos, barcarola sin motivo. Si tú quieres los archivo y hago un bucle de trabajos con tirabuzones lacios. Me refugio en la paciencia tanteando la experiencia. Mis rótulas por montera: ¡Satánica escalera! Vaya examen de conciencia.

Histerismo laboral de un camaleón administrativo

Expedientes de personal pendientes de registro: glorioso finiquito en cursiva material. ¡Que rollazo de circular! No me atosigues chiqui con melindres sin whisky  tras normativas ladinas y lisonjera oficina: ¿Otra vez se ha ido el Wifi?

Odisea tipo pilsen: Mejor no me levanto (3)

Ya con el equipaje en la mano, me dirigí al primer mostrador de la compañía Brussels Airlines para preguntarles que debía hacer para alojarme en el hotel. Resultó ser que dicho quiosco era para reclamar daños o pérdida del equipaje y me dijeron: “Salida. Escalera izquierda encima allí está.” Para mí parecía un jeroglífico así que seguí la indicación de salida y salí por las llegadas: aquello era un caos de taxistas con los nombres de los pasajeros que debían llevar y de las compañías para las que trabajaban. Comprobé que no había nada a la izquierda y me dirigí a la derecha donde un señor de Brussels Airlines que no se defendía en inglés me dijo que: “Upstairs”. Conseguí ver las escaleras mecánicas y subí a la terminal de salidas. Mientras intentaba dar con el mostrador de la compañía que me arreglara lo de mi estancia en Bruselas observé que se anunciaba un vuelo para Praga a las 21:00. Eran las 20:20 y creía que no me daría tiempo. Llegué a la ventanilla de la compañía y le c...

Odisea tipo pilsen: Mejor no me levanto (2)

Mientras meditaba sobre toda aquella concatenación de hechos maquiavélicos que a cualquiera sumiría en el más profundo de los autismos esperando que se cayese al suelo la primera caja de palillos mondadientes para decir: “145, la caja trae 300” , decidí sentarme y dejar que el tiempo pasase sin tocar nada y sin decir nada. Era lo mejor, tal y como estaban las cosas podría ocurrir que me acabara saltando un ojo al intentar ojear una revista o romper con mi enorme cabeza cualquiera de las cristaleras del aeropuerto con la consiguiente llegada de las autoridades deteniéndome por atentado terrorista. Me mantuve al margen de todo y contemplaba como los pasajeros del vuelo a Bruselas comenzaban a relajarse, a reír viendo que estaba pronta la salida. Preferí inducirme un coma social instando a mi cerebro a que permaneciese atrapado en su guarida: “Como intentes algo te corto las pelotas”. Y funcionó hasta que le dio por pensar que si todo había ido tan mal a lo largo del día podría su...

Odisea tipo pilsen: Mejor no me levanto (1)

Dicen que lo qué mal empieza mal acaba, pero los gitanos también dicen que no quieren buenos principios porque significaría que iría a peor. No sé como calificar estas expresiones porque a fin de cuenta sólo son eso: parte del refranero popular que a veces se cumple y a veces no, pero pueden servir para calificar algunas acciones que ocurren puntualmente en nuestra existencia, aunque a mí lo único que hacen es dejarme en shock. Como cuando te has comido unas setas de esas que dicen que no debes comer porque: “No matan, pero producen alucinaciones”, eso fue lo que me dijo un doctor de los que parece no haber probado nunca nada, con una voz grave que salía con seguridad de su boca mientras hinchaba el pecho como un pavo y me miraba con condescendencia : “Bueno, pues si producen alucinaciones habrá que probarlas”. En esta vida hay que saber de lo que se habla, si no lo has probado no puedes decir nada sobre ello.  Meditando sobre todo ello llegué a la parada del autobús con l...

Desavenencias existenciales de un noctívago tras la blanca luna.

Anduve despistado por calles y avenidas desiertas mascullando preguntas erróneas.  Sentía el frío en mis huesos recogiendo detritus en parques solitarios.  Destripaba argumentos adulterados de películas invisibles.  Quería encontrar el todo en medio de la nada y seguir caminando por senderos olvidados. Necesitaba la cantinela de los árboles caducos y el suave mecer del viento en mi rostro.  Pateé los sonidos que se fueron para que volvieran a marcharse.  Ignoré los envilecidos olores que fustigaban mi paso nervioso..  Regurgité los desaciertos que tomé sin necesitarlos y se los dí de comer a mi alma salvaje. Arqueé los hombros e inspiré los humos que conseguirían derretir mis emociones artificiales.  Agaché la cabeza y encendí el último instante de lucidez.  Logré sentarme y oteé el cielo sin estrellas que lo iluminase.  Recordé como corría por un huerto huyendo del tiempo y mis desdichas al infinito le conté....

Al final de la escalera

D e un tejado histriónico emergen, sonidos pálidos adormilados en penumbras pestilentes. Desidia matutina envainada, resiste el canto de impotentes cuervos risueños. Presentimientos sobre suelo quebradizo, se agrandan y terminan por blandir el miedo atenazador. Dónde acaba la escalera de farolas escaldadas, se esconden miradas verdaderas en palabras turradas. Cuatro horas en un segundo. Tus ojos cortaban el aire, repartiendo trocitos en bocas hambrientas. Lobos heridos que huyen del tiempo. Tiburones desdentados. Tu cuerpo se hizo plomizo esperando en un perfecto laberinto perpetuo.

Septentrión

Sí a ti, me dirijo a ti, ¿a quién si no? Eres el único que me oye, y el primero que huye. ¿No fuiste tú el que me descentró? Usurpador del polen mesiánico, h ú meda partitura, reflejo amoroso desgastado sobre el opaco albor oriánico. ¡Dime otra vez que sí!, desvela al gallo antes, y enfría mis manos, y corre las cortinas tras de ti.