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Mostrando las entradas etiquetadas como profecías

El ojo muerto: Ataúd (1)

-           ¿Quieres saber quién soy? No serías capaz de concebirlo. No pienses que por encerrarte escaparás de mí. Nadie lo ha logrado y tú no vas a ser el primero. La voz retumbó en los oídos de Estanis, que sentía como si le golpeasen con martillos desde dentro de su cráneo. Se cubrió las orejas con las manos, pero el ilusorio berrido continuó atronando, acrecentando el mayestático dolor punzante e induciéndole a un delirio desorbitado. -          Eres mío desde antes de llegar a esta isla. El clima no ha cambiado, yo te lo he hecho creer con mis irreales flores de nieve y con mis efluvios alucinógenos. Has estado diez días a veinte grados bajo cero creyendo que estabas en primavera: ¿No ves tus manos y tus pies? Estanis se revolcaba penosamente sobre el entarimado de la cabaña sin dejar de observar sus ennegrecidas manos y pies congelados. Lanzaba avinagrados improperios acompañados...

El ojo muerto: Frío (2)

Ella se alejó de él. Se detuvo frente a la ventana junto a la puerta de la cocina, mirando fijamente al exterior con cara de contrariedad y espetó: -           Aquí no seríamos felices, seguro que acabaríamos mal. ¿De verdad no quieres volver conmigo?. Él se incorporó y abrió la puerta de la cabaña notando como la temperatura llegaba a ser asfixiante: eran las 10:00 y parecía que estuvieran a 30ºc en el exterior. Se paró en el  porche contemplando la mesozoica lámpara de Ruhmkorff junto a sus pies y contestó: -           Pensaba que venías a quedarte unos días para recuperar lo nuestro, pero nunca me imaginé que lo que querías era que regresase a Barcelona. Si lo que intentas hacer de nuevo es que yo me adapte a tu mundo, no lo vas a conseguir. -Estanis contuvo la irrefrenable rabia anegando sus ojos- M i mundo está planificado para los próximos tres años, y está aquí. Quédate ...

El ojo muerto: Frío (1)

“Me siento feliz. Como una burbuja de jabón bien perfilada, caigo lentamente en un intenso levitar grandioso dónde todo se funde armoniosamente dejándome sensaciones inimaginables de paz y tranquilidad. Puedo ver el mundo en mi mano y vivir la más bella aventura en cuestión de segundos creyendo que dura una eternidad y con una percepción de la realidad o la ficción completamente nula. Encontrarme con mi pasado y vivirlo como yo quería que fuera y no como fue. Diario de Estanis Ibarra” Estanis despertó súbitamente. Alargó la mano derecha y la deslizó suavemente por la espalda de Berta que permanecía dormida junto a él. Se sentía feliz, pero no pudo reprimir el impulso de volver a tocarla y comprobar que no era producto de su imaginación. Tras besarla en el hombro con delicadeza y escuchar el leve ronroneo de su pareja de cama, se levantó y recogió sus gafas de la mesita de noche. Tratando de no hacer ruido se colocó la bata a cuadros amarillos y marrones, y salió de la habita...

El ojo muerto: Ilusión (2)

Un par de días después se encontraba escribiendo sobre situaciones absurdas que podían ocurrir cuando se entra en los servicios de un after, cuándo llegó su amigo Miguel. Charlaron escuetamente haciendo bromas ligeras y trivializando los temas hasta que todo comenzó a rodar:      -               Oye tío, puede que te moleste, pero dime: ¿Qué pasa con Berta?. Estanis apretó el entrecejo, carraspeó, miró de soslayo y contestó:            -              Yo no quiero estar con Berta y ella no puede estar conmigo. Asunto terminado.      -             ¡Déjate de coñas! ¿Por qué no me dices la verdad? -           Mira Miguel, sé que sabes todo lo que ha pasado entre Berta y yo, y sé que piensas que soy un mierda por n...

El ojo muerto: Noche Ártica (2)

La fulminante recarga de sus baterías fisiológicas consiguió hacerle llegar a la cocina en apenas cuatro zancadas descomunales, y la  excitada actividad neuronal hizo que revolotease por las distintas dependencias de manera frenética, recordando sus movimientos a los de un mastodóntico colibrí sediento de polen. En su picoteo por la despensa, su hipotética trompa decidió detenerse frente a una lata de judías con Ketchup. Cogió la conserva con su mano derecha y con la izquierda asió un cazo para llenarlo de agua. Colocó el recipiente en el fregadero y giró la llave del agua caliente, sintiendo nuevamente en ese preciso instante la tétrica remembranza producida anteriormente por el taimado piélago, lo que hizo desfallecer su ánimo provocando el renacer de las irritantes convulsiones: “¡Para, para! El mar siempre ha sido el mar.” Trató de alejar a tan incomodo comportamiento usando para ello un método aprendido durante sus años de reportero metafísico en la revista Redundancia : dur...