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Mostrando entradas de octubre, 2012

El ojo muerto: Nota final

Extracto de los hechos acaecidos a raíz del hallazgo del diario de Estanis Ibarra en los archivos de la empresa Weatherco S.A. y la declaración a cargo del Jefe de la expedición de rescate enviada por esa misma empresa, el Teniente Saúl Romero Farfán,   portador de una terrible enfermedad, junto con el resto del equipo, por la que fallecieron a los pocos días entre insufribles dolores y que provocó una pandemia que hasta hace unos meses no ha podido ser controlada. Más de las tres cuartas partes de la población mundial sucumbió ante el incontenible virus que surgió de la isla Nº4: inicialmente situada en el archipiélago de las Lofoten al norte de Noruega, aunque las coordenadas dadas por la empresa correspondían a una isla nunca antes datada ni posteriormente localizada, enclavada al sureste de Svalbard . Ahora, los que quedamos seguimos sobreviviendo en una lucha inferior contra unos seres sin compasión que tratan de aniquilarnos. Pese a ello, el final parece acercarse tras desc

El ojo muerto: Epílogo

Soy el oficial de seguridad de la empresa Weatherco S.A. Saúl Romero, y voy a describir lo vivido durante la operación de rescate en la isla situada a 74º 9' 11” latitud Norte y 30º 11' 20” longitud Este, al sureste de la isla de Svallbard y al noreste del campamento base de Weatherco localizado en Stakkvik, en el archipiélago de las Lofoten. Entré en una habitación que asfixiaba sólo al verla. Sus paredes desprendían un olor fétido, agravado por la humedad que proliferaba por toda la estancia. Los muebles parecían no existir, salvo una especie de camastro dentro del dormitorio apenas visible ya que la luz era demasiado tenue. Alumbré el catre donde una sombra se movió rápidamente. Intenté seguirla con la linterna, pero no conseguí dar con ella. Al llevar la luz a la derecha de la estancia principal descubrí lo que debió de ser la chimenea. Me acerqué a ella y en ese momento alguien me agarró y susurró algo en mi oreja derecha. Lo empujé y me cortó con algún objeto afilado,

El ojo muerto: Ataúd (5)

-           Es más sencillo sugestionar a alguien que vive rodeado de nieve y hacerle creer que vive en un paraíso. Desde Alaska a Kamchatka, desde el Ártico al Antártico, nada queda fuera de mi alcance. Tú has tenido la mala suerte de poseer unas ondas cerebrales especiales que me parecieron tan interesantes que urdí un plan específico para que deambulases por la vida hasta que cayeses definitivamente en mi red, y caíste -a Estanis se le erizaron todos los pelos del cuerpo- Pero deberías alegrarte por tu final: si no hubieras reaccionado con tanta suspicacia ya habrías fallecido, y no tendrías que sufrir el calvario que estás soportando. Aún tienes tiempo de anestesiar el tormento que soportas, sólo tienes que dejarte llevar . -           ¿Suerte? -dijo Estanis indignado- ¡Quiero vivir hijo de puta! -      Y vivirás perpetuamente junto a mí si te sometes. -contestó convincentemente el abominable ente incorpóreo- Soy tu verdugo y tu salvador. Tu destino ya está escrito, como

El ojo muerto: Ataúd (4)

Fijó su vista en el techo y comenzó a temblar tan violentamente que sus dientes parecían que iban a reventar al chocar entre ellos. Bebió largamente de la botella de whisky, atragantándose y escupiendo entre convulsivas toses, y se sintió desdichado y atrapado sin remisión. Llevaba largo rato sin escuchar al abominable ente incorpóreo y eso le producía más pánico que tranquilidad: no intuía que podía estar planeando, aunque de lo que sí estaba cada vez más seguro era de la certeza de encontrarse dentro de su tumba. Esa desagradable sensación le hizo vomitar sobre el suelo de la estancia principal. Gimió desconsoladamente y esperó que su verdugo moviera la siguiente pieza, él ya no tenía más movimientos y sólo le quedaba esperar. Tras un par de horas de insufrible calvario silencioso, sospechó que su antagonista había decidido darle una ultrajante tregua en espera del ataque final. El gas llevaba tiempo sin funcionar y la cabaña estaba completamente helada, y el frío le atenazaba a

El ojo muerto: Ataúd (3)

No sabía que hacer. Su cuerpo estaba en tan mal estado que pensaba que la muerte era su única salvación, pero en un arranque de coraje decidió que no saldría. Debía centrarse y comenzar a alimentarse. Agarró el bote de zumo de naranja que utilizó durante la mañana cuando preparó el desayuno para la mujer que se acostó con él la noche anterior: la ilusoria Berta que apareció de improviso con su delicada belleza y su amoroso comportamiento tal y como él la recordaba de los agradables paseos vespertinos por la Vía Augusta cuando finalizaba de dar las clases en la escuela superior de diseño y moda, pero había sido un truculento espejismo propio de un esquizofrénico durante una recaída perceptiva. Trató de alejar aquella inexplicable experiencia centrándose en deglutir el cítrico jugo que laceraba su inflamado esófago, mientras intentaba asimilar la existencia de la mujer que estuvo con él la noche antes y dotarla de realidad. No quería pensar que todo fue una mera ilusión producto de un

El ojo muerto: Ataúd (2)

El berrido fue tan estridente que le provocó una intensa punzada en su oído interno. Le reventaron los tímpanos y la sangre brotó a borbotones de sus orejas. Se movió desasosegado bajo las mantas, gimiendo penosamente ante la tortura infringida, pero a pesar de ello, no cejó en su empeño de hallar alguna insignificante posibilidad de huir de aquel calvario. -           Y si alguien escucha mi llamada de socorro y acude en mi ayuda, ¿qué harás?, ¿los matarás a todos? Seguro que tienes algún punto débil. La cabaña volvió a zarandearse y la risa se incrustó en los ineficaces oídos de Estanis, que se tapó las orejas con las manos intentando mitigar aquel estruendo abominable que infectaba su cerebro desde dentro, haciendo inútil cualquier intento de mitigar su efecto. Atemorizado y tumefacto, salió de la cama tambaleando y trompicándose con las mantas hasta caer sobre el entarimado, dónde quedó aturdido, y ostensiblemente superado por el angustioso delirio que le hacheaba insiste