Resulta doloroso caminar sobre el grisáceo manto nevado. Cualquier ingenuo movimiento transmite un eco delator que pondría en alerta a las alimañas que merodean el territorio, propiciando una funesta embestida de la cual no habría posibilidad de huir. Cada vez que inspiro el enrarecido oxígeno, mis pulmones parecen crepitar y emitir ingratos silbidos que se esparcen por el desolado entorno delatando mi posición. Vivo inmerso en una avasalladora paranoia que me mantiene alerta, pero quizás no la desee por más tiempo. Ni siquiera recuerdo la última vez que conseguí hablar con alguien conocido. Mi rutina diaria se reduce a encontrar un lugar cálido y seguro en el que dormir, la frialdad imperante se amplifica ante la carencia de calor humano, y encontrar comida es un suplicio que añadir al simple hecho de despertar cada mañana. Los cuervos acechan pérfidamente sobre la copa de los álamos y una camelia permanece altiva junto a la escalera de entrada al edificio. Su destello...