Sí a ti, me dirijo a ti, ¿a quién
si no?
Eres el único que me oye,
y el primero que huye.
¿No fuiste tú el que me descentró?
Usurpador del polen mesiánico,
húmeda partitura,
reflejo amoroso desgastado
sobre el opaco albor oriánico.
¡Dime otra vez que sí!,
desvela al gallo antes,
y enfría mis manos,
y corre las cortinas tras de ti.
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Su tabaco, gracias.