Muy bien pudiese ser el epitafio
de algún ilustre político que en un arrebato mesiánico quisiese purificar su
alma antes del último viaje, blandiendo un mensaje que englobase todo lo que en
aquel momento considerase indispensable: religión, trabajo, guerra o paz,
muerte….y lo mezclase con un ingrediente voluble, altamente inflamable, y muy
contagioso en un entorno enrarecido y en lugares dónde las altas temperaturas fuesen
atravesadas por matojos histriónicos: ¡La Caraja !
La caraja es ese éter que
se ancla a la altura de las meninges y se transmite mediante el aletargado
bostezo que denota la influencia de este medio entre la concurrencia, haciendo
que broten de ellos encamadas elucubraciones post-meridian,
antediluvianas y chispazos anteriores a la aparición del primer hombre que
decidió utilizar ropa interior, aunque algunos eruditos de la materia están
comenzando a poner en duda esta suposición.
Según el doctor John Stonton de
la universidad de Passanota oeste, situada al este del estado antiguamente conocido
como la "flecha del Este": "Ha quedado demostrado mediante
el estudio de una serie de individuos aislados (que se prestaron voluntarios
sin estar bajo la influencia de alguno o varios narcóticos) en un ambiente
similar y con los mismos recursos de cuando se cree aparecieron las primeras
prendas íntimas, que el motivo por el cual comenzaron a utilizarse los corsés
de partes bajas se debe a una discusión familiar...". El insigne decano
del departamento "EQNVANP" (estudios que no van a ninguna parte) prosiguió:
"...nos dimos cuenta por casualidad: mientras mi ayudante llegaba con el
desayuno mediterráneo me percaté de que algo extraño sucedía en la mana..., en
el experimen..., perdón, en el estudio. Una de las hembras comenzó a insultar a
uno de los especímenes masculinos recriminándole -el doctor nos obsequió con
una cara libidinosa- el uso tan lascivo que hacía de su serpentín con las otras
componentes del campamento, lo corroboré por mis cerca de veinte años de
estudios en el terreno del lenguaje corporal, la lectura de labios, y porque
conseguí dar con el interruptor del equipo de sonido. La susodicha tenía un
cuchillo con la hoja sacada de un omóplato de tamandúa y la
empuñadura hecha con el pescuezo de un jabalí que le dejamos en el ecosistema
por navidades. Cogió al macho y le puso el cuchillo en sus partes pudendas, y
les gritaba a las demás para que no se acercasen. El individuo masculino
intentaba dialogar, pero ella lo tenía bien trincado y parecía decirle que
aquello era suyo. Tras un par de tensos minutos, el macho metió el rabo entre
las piernas y la hembra dominó la situación. El campamento volvió a la calma,
salvo los típicos corrillos habituales en el extrarradio, y yo conseguí tomarme
el desayuno sin sobresaltos." Tras tomar su frugal desayuno, el doctor
observó lo siguiente: "...pero dos horas después del incidente doméstico,
pude observar como el espécimen masculino aparecía en el centro del campamento
con la pelvis y las posaderas tapadas con las pieles de la loca del cuchillo, y
los demás miembros del campamento comenzaron a mirarlo con cara ridícula. Ahí
comprobé, gracias a estas condiciones de simulación del ecosistema cuaternario,
con la privación de todos los elementos de comodidad del siglo XXI, incluidas
las drogas: nos enorgullecemos de no haber utilizado nunca las drogas en nuestros estudios y sí
de haber utilizado ¡sólo! recursos naturales, incluidas una serie de vitaminas
que se suministran a cada individuo por separado para evitar el riesgo de
enfermedades, carencias y lesiones durante los diez años…que diga meses que
dura el ejercicio, y los ruidos de la vida moderna, que el origen de esta
costumbre se debe a una serie de variables que se lograron resolver, aunque no
a gusto de todos: Amor/Celos/Ira/Egoísmo vs Diversión/Miedo. Aunque yo lo
dejaría en loca contra mansurrón.
Cuando un colectivo de humanos
sea cual fuere su sexo, raza o color, se ve influenciado por la caraja, el
ambiente se electrifica de tal manera a dos metros bajo tierra, que a menudo el
cosquilleo de electrones sale disparado columna vertebral arriba haciendo que
el afectado agite los dos brazos y contraiga las nalgas mientras expulsa un
hálito estruendoso que significa el fin o expulsión de la fuerza parasitaria.
Pero volviendo al título de esta
gacetilla: muy bien pudiese ser el epitafio de algún ilustre político que en un
arrebato mesiánico quisiese purificar su alma antes del último viaje, blandiendo
un mensaje que englobase todo lo que en aquel momento considerase
indispensable: religión, trabajo, guerra o paz, muerte, y lo mezclase con un
ingrediente voluble, altamente inflamable, y muy contagioso en un entorno
enrarecido y en lugares dónde las altas temperaturas sean atravesadas por
matojos histriónicos: ¡La
Caraja !... o, quién sabe si un deseo dividido en dos: No trabajes en/durante las
guerras. Trabaja en/durante la paz, o, simplemente, un toque de
irreverencia frente al tan manido: "Descanse en paz", porque nos
viene a decir que hemos estado peleando toda la vida en una guerra, y, menos
pacífico, incluye de todo esa observación.
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Su tabaco, gracias.