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Riendo

 Las nubes me dominan,

que lejos queda el sol el cielo se derrite quemando mi dolor Donde queda el camino de regreso a la raíz donde queda la salida que me quiero ir Niños que se esconden, los busco, ¿no los ves? me encierro en mi mundo cuento hasta diez Me sucede, cuando nada me lleva a ganar Que sucede, cuando siento cerca mi final Huyo, persigo y al final me tiendo sobre un manto de nubes grises Sigo corriendo y al final me tiendo en los brazos del mar riendo (riendo) como loco que se lleva el tiempo (riendo) riendo de todo (riendo) como alma que esquiva al diablo (riendo) riendo...

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Entre eucalipto y eucalipto pino, y entre pino y pino piedra. Sobre el horizonte el dragón de niebla tras el dragón de niebla Las Mateas. Arturo, Sirio y Antares, sobre María Gil, Lepe y Los Pajosos. El agua me sabe a lejía: ¡Otra vez están aquí los tramposos! Quejicas a tiempo completo en las terrazas formando bulla. Carreras por los adoquines: ¡Este año no he comido turmas! Y sigue Santa Bárbara tronando. Y siguen los chismes volando. Me han cambiado el Padre Nuestro entre whiskys de contrabando.

La monotonía de lo grotesco

Si tuviese que comenzar esta historia por un principio que fuese coherente, dejaría de ser un relato fidedigno de los hechos acontecidos en el lugar que mi mente quiso olvidar, y pasaría a ser una relación de situaciones carentes de interés para ser contadas, pero a menudo, la monotonía se nutre de un halo misterioso y se convierte en la mayor de las excentricidades, donde lo absurdo se une a lo racional y lo ilusorio planea con sorna sobre las mentes sin que ellas lleguen a percatarse de ello.  No sabría puntualizar si lo que voy a contar ocurrió a hora temprana o se alargó durante toda una jornada o varias semanas, tan solo sé que comenzó con una pregunta tan común que nada en ella hacía presagiar que fuese el detonante del mecanismo que transformaría las vidas de los allí presentes para el resto de sus días:  - ¿Está lloviendo? La taimada chica encargada del establecimiento se restregaba los muslos con fruición ante el frío que entraba por la puerta entreabierta, y las me

Odisea tipo pilsen: Mejor no me levanto (1)

Dicen que lo qué mal empieza mal acaba, pero los gitanos también dicen que no quieren buenos principios porque significaría que iría a peor. No sé como calificar estas expresiones porque a fin de cuenta sólo son eso: parte del refranero popular que a veces se cumple y a veces no, pero pueden servir para calificar algunas acciones que ocurren puntualmente en nuestra existencia, aunque a mí lo único que hacen es dejarme en shock. Como cuando te has comido unas setas de esas que dicen que no debes comer porque: “No matan, pero producen alucinaciones”, eso fue lo que me dijo un doctor de los que parece no haber probado nunca nada, con una voz grave que salía con seguridad de su boca mientras hinchaba el pecho como un pavo y me miraba con condescendencia : “Bueno, pues si producen alucinaciones habrá que probarlas”. En esta vida hay que saber de lo que se habla, si no lo has probado no puedes decir nada sobre ello.  Meditando sobre todo ello llegué a la parada del autobús con la sa