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Que me traigan una almohada

No se le suelen dar demasiada importancia a los sueños en la vida real. Las personas que hacen eso acaban con el estigma de pillaos, colgaos, pringaos, todo eso con cierto merecimiento en la mayoría de los casos. Recuerdo una tarde trabajando en un bar  en el que me tocaba ir y venir al almacén de las bebidas, cuando por el camino escuché a un hombre contándole a otro no se qué de un viaje a Ganímedes y que lo abducían por la noche los extraterrestres mientras dormía, y que por eso estaba siempre despierto. Yo no digo que los sueños tuvieran su aliciente, porque daba detalles de todo tipo:
“El extraterrestre tenía los ojos negros y la cabeza como una calabaza”
Y se detenía en los más escabrosos:
“Y me endilgó un microchip por el tájena fíjate tú”
Pero aguantar a un hombre relatando sus aventuras cósmico-anales durante tanto tiempo resulta agotador puesto que lo más parecido a la realidad que vas a escuchar va a ser: “Cigarrito, cerveza, fuego y agua”.
¿Alguien se imagina cómo sería la vida en Ganímedes? Según Carlos Jesús (Micaé-Cristofe), vendrían infinidad de naves desde Ganímedes y  Raticulí que nos harían la vida más plena y feliz. Sobre Carlos Jesús siempre me quedarán algunas dudas: ¿el era el 3 en 1?, ¿no se quedaba afónico cuando cambiaba de voz?, ¿infinidad de naves no colapsarían el espacio aéreo internacional?, ¿tenía tetas?  Todas estas preguntas se me quedaron en el alero y cada vez que escuchaba a aquel hombre con papel de plata en la cabeza contando sus aventuras interestelares, le ofrecía un cigarrito y le hacía alguna de esas preguntas a ver si los ganimedianos podían responderme alguna de ellas. El me contestó que eso era muy difícil, que no contestaban preguntas. Le respondí que si leían la mente podían decírselo sin hablar y que además era algo muy importante para el futuro de mi vida. Al día siguiente me llamó y yo le dí un cigarrito y le pregunté:
¿Qué respuesta te ha dado?”
Me ha costado mucho trabajo que me contestaran colega, pero al final lo hicieron. Me han dicho que el 3 en 1 era un spray multiusos y que también es una oferta de un supermercado de la calle los Pastis, 69.”
Como podéis imaginar, la ayuda era nula pero lo de la oferta en la calle los pastis fue un triunfo; se compraban unos bulgaritos que te ponían el azúcar en su sitio antes de quitarles el envoltorio. Continué con el trabajo de campo  hasta finalizarlo. A la segunda pregunta me contestó: “Me dijeron que tomaba Agua del Carmen”. A la tercera: “Me han dicho que para ese día estaremos los elegidos aparcando las naves”, “¿Pero habrá policía?”, le pregunté, “No que la policía da muy mal rollo”. A la cuarta y última pregunta respondió: “Me han dicho que era un airbag para cuando aterrizaba después de los viajes”. Las respuestas carecían de lógica pero encerraban una realidad aplastante: ¡A los extraterrestres no les gusta la policía! Y otra que ya me temía: Carlos Jesús era el nuevo modelo de twingo con airbag de serie y que sólo gastaba dos botellitas de Agua del Carmen por viaje, el problema eran sus pérdidas continuas de aceite.
Soñar incluye las pesadillas, cómo la de no poder correr, el vampiro, caer al vacío, una bruja que se te cuela en la habitación y te quiere chupar el cerebro, pero dependiendo del punto de vista de cada uno y de lo despierto que se pueda estar soñando, se pueden llegar a convertir en sueños agradables. Si no puedes correr te dices que eres un árbol y cambias el sueño, si caes al vacío, tiras de una oreja y salta un paracaídas. Si viene un vampiro te vas de frente para él le echas el brazo por el hombro y te lo llevas de marcha  a una fiesta, donde le pegas esquinazo. Los vampiros son los más pesados. Si una bruja se cuela en tu habitación te metes en el armario y cuando ella lo vaya a abrir sacas a una cuponera se la pones en la oreja y que le diga: “¡EL 72222222!
Luego están los sueños que dan vergüenza: andar en bolas por el medio de una fiesta cuando un segundo antes ibas vestido, que se le va a hacer. Perder en tus sueños, ¡mira que perder en tus sueños! Los sueños que no te acuerdas. Los premonitorios, que la mayoría de las veces no llegan a monitorios. Sé de uno que se gastó una pasta gansa en lotería de navidad, porque luego está lo de la avaricia de querer comprarlos todos, ¡hay que ser cabezón!, puesto que si el número le ha aparecido a él en sueños, es sólo para él. Bueno, pues el coleguita no cogió ni un duro. Lo malo fue que el número que había soñado era el código postal de la empresa en la que llevaba trabajando toda su vida.
Y por último los deja-vu, lo de: “esto lo he vivido antes”, pero siempre pasa en un lugar en el que has estado muchas horas, a una misma hora en la que casi siempre haces lo mismo, o una situación que se parece a una anterior que pasaste en ese mismo lugar, o cuatro personas en el mismo lugar en fechas distintas, siendo las mismas en una y otra fecha sin añadir nadie.
El otro día tuve un deja-vu. Mientras me tomaba un café noté la sensación de que algo era extraño, cómo si se repitiese algo. Miré a un lado y me fije que las personas de la barra ya las había visto antes en ese bar, y que eran las cinco de la tarde. Cerré el periódico y tras quitarme las gafas y frotarme los ojos me dije a mi mismo: “Y ahora viene un notas y me pide un cigarrito.” A los dos segundos llega un coleguita y me pide un cigarrito. Me tomo el café. Me levanto. Miro para el bar y le digo en voz alta: “¡Ya no vengo más a las cinco de la tarde!”. 
Me dirijo al autobús y me siento en un sillón de atrás. Llevo más de veinticuatro horas sin dormir. ¡Por Dios, qué me traigan una almohada!

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