Apreciar lo que desconozco nunca ha sido una de mis virtudes. Mientras intentaba navegar por las arenas movedizas en que se había convertido la calle de aquel recinto por la cual iba transitando debido a la sublime micción repentina, y al unísono, de seis yeguas cuando escucharon el relincho de un semental de largas crines negras y nervio potens, no tuve más remedio que limpiar los cristales de mis gafas de sol y cuadrarme tragando saliva ante el espectáculo que estaba contemplando. En mi mente retumbaba la idea de ser capaz algún día de conseguir producir el mismo efecto entre las hembras de mi especie. Me imaginé entrando en el Pololo’s y siendo recibido por una inmensa cascada simultánea de los fluidos vaginales de todas las féminas del establecimiento tan sólo al escuchar mi voz y ver mi flequillo fluctuando como las acciones de la bolsa de Nueva York. Ese pensamiento podía llegar a ser sublime pero luego recordé que además de ser algo resbaladizo, podría causar más de un probl...