En el primer escalón a mis perversas pesadillas:
oscuridad afilada, entornada;
escalofríos premonitorios;
cantes quemados;
fragancias acorraladas,
disonante sermón en esporas de mi antagonista.
En el segundo escalón a mis perversas pesadillas:
macedonias de incógnitas, atrincheradas;
oblicuos estallidos
en el aprisco correcto;
atolladero alveolar;
caricaturas precolombinas en depravada coreografía.
En el tercer escalón a mis perversas pesadillas:
agridulce pentagrama, retumbante;
alcornoques calcinados
exudando trementina;
aurículas efímeras tarascadas
supra eyecciones de escofras domésticas.
En el cuarto escalón a mis perversas pesadillas:
petrificada osamenta, claveteada;
acres cavidades
henchidas de inocencia;
urdimbre sentimental;
circunspectas limazas salivando en Muro Decadencia.
En el quinto escalón a mis perversas pesadillas:
Luzbel en selvática chimenea oxidada;
acuosidad somnífera,
erótica ensordecedora;
insurgencia pineal;
descompasado raquis mutilado, en licuada patria.
Una vez dentro de mis perversas pesadillas:
presuntuosa concavidad, desocupada;
ignorancia tenebrosa,
hermetismo lóbrego;
carencia abisal;
escamoteada coherencia evocada majando mi vista.
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Su tabaco, gracias.